El principio de resonancia, que es la base sobre la que funcionan los emisores de plasma VIAT, se conoce desde hace décadas, pero a pesar de su clara eficacia para eliminar agentes patógenos, todavía no se ha generalizado su uso.
El trabajo de Royal Raymond Rife, que fue uno de los primeros en reconocer y utilizar con éxito el fenómeno de la resonancia para matar agentes patógenos e incluso curar a pacientes con cáncer terminal, tuvo una acogida positiva en Estados Unidos a partir de la década de 1930 e incluso en las décadas de 1950 y 1960. Lea más sobre la vida y obra de Rife en una sección específica de nuestro sitio Web.
La conclusión es que cada sustancia en el mundo tiene su propia vibración única, y esto es cierto para las células humanas, tejidos y órganos también. Lo mismo ocurre con ciertos patógenos y enfermedades, ya que también están vinculados a frecuencias específicas. Los virus, las bacterias y los hongos inferiores tienen una banda de resonancia mucho más baja que los organismos vivos más complejos con una estructura de ADN más compleja. Por lo tanto, es posible matar selectivamente a muchos patógenos sin poner en peligro a los organismos superiores.
Veamos otros ejemplos del fenómeno de la resonancia. Si una cantante de ópera canta la nota do agudo en una recepción en su honor, es posible que se rompan uno o dos cristales de la sala. No es casualidad que a los soldados se les prohíba marchar al paso al cruzar un puente, porque si «chocan» con la frecuencia de resonancia del puente, el resultado podría ser un desastre. Cualquiera puede ver en Internet el cortometraje del derrumbe del puente de Tacoma Valley. Las espectaculares imágenes muestran cómo las ráfagas de viento desde el lateral del puente hacen que éste se balancee más y más, y finalmente ya no puede soportar la tensión…
Pero volvamos a los seres vivos. Todo organismo vivo, por simple o compleja que sea su estructura, tiene al menos una frecuencia que le es propia y esencial para su viabilidad y reproducción.
Esta frecuencia, llamada resonante, puede ser letal para los agentes patógenos. Se ha dicho que cualquier sustancia o efecto que es una medicina para un ser vivo en pequeñas cantidades se convierte en un veneno en dosis mayores. Así, si se irradia un virus, una bacteria, un hongo o un parásito durante un tiempo suficientemente largo (normalmente sólo unos minutos) con el aparato adecuado y a su propia frecuencia de resonancia, el propio movimiento del patógeno primero se acelerará, pronto se convertirá casi en una danza de contención y después se desintegrará y morirá.
Rife detectó este proceso con un microscopio universal especial que desarrolló, cartografiando e incluso identificando las frecuencias de resonancia de los patógenos que ha estudiado.