Operación

Pero volvamos a los seres vivos. Todo organismo vivo, por simple o compleja que sea su estructura, tiene al menos una frecuencia que le es propia y esencial para su viabilidad y reproducción.

Esta frecuencia, llamada resonante, puede ser letal para los agentes patógenos. Se ha dicho que cualquier sustancia o efecto que es una medicina para un ser vivo en pequeñas cantidades se convierte en un veneno en dosis mayores. Así, si se irradia un virus, una bacteria, un hongo o un parásito durante un tiempo suficientemente largo (normalmente sólo unos minutos) con el aparato adecuado y a su propia frecuencia de resonancia, el propio movimiento del patógeno primero se acelerará, pronto se convertirá casi en una danza de contención y después se desintegrará y morirá. 

Rife detectó este proceso con un microscopio universal especial que desarrolló, cartografiando e incluso identificando las frecuencias de resonancia de los patógenos que ha estudiado.

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